Doce con cuarenta y cinco minutos se ha pasado ya
la hora de ir a la cama, mi cuerpo está cansado, mi mente agotada, por fin
podre dormir.
Una con treinta minutos, sigo dando vueltas en la
cama y mirando el único paisaje que tengo a la vista el techo gris de mi cuarto
creo que debo pintarlo de otro color…
Tres de la mañana con quince minutos, tengo frio,
me duele aun más el cuerpo, diablos no voy a dormir.
Cinco de la mañana con ocho minutos; la casa
parece tener vida propia cada pequeño ruido se vuelve ensordecedor ¿Dios como puedo soñar con este
torbellino en mi cabeza?
Seis de la mañana con cincuenta y cinco minutos;
mi almohada parece una esponja atiborrada de lágrimas.
Siete de la mañana; quizá haya mejor suerte mañana,
hoy a mi puta soledad no se le ha dado la gana dejarme dormir…
“Algunas veces la soledad es la mejor
amiga del hombre, otras tantas es la tumba del alma”